| Esta noche de horas confusas nos ha parido un día extraño: nubarrones que auguran innecesarios aguaceros, entreverados de claras putas. Subo al Huerto a las once, o a las doce, ¿quién sabe? Me encuentro con una sorpresa. Hay gente nueva, desperdigada por la zona: una cuadrilla de la familia de las Lepiotas. Me parece que les conozco. ¿Qué tal estás, Macrolepiota Procera? Buena…, según dicen… A mí si me lo parece. ¡Está para comérsela! Les comento que por ahí cerca he visto a un pariente suyo, Ganoderma Luscidum. Les muestro la foto. |
Propongo a los habituales hacer primero la asamblea, no sea que se eche a llover. Lo hacemos a pié firme. Sin orden del día y, considerando que el tiempo apremia, no elegimos moderador ni nadie tomará nota de lo que se vaya a decir. Total, no será mucho, y como cada cual va a lo suyo…, confiamos en el buen criterio y respeto de la gente. Resumiendo:
-Tomateras: Nosotras estamos hartas. No damos para más. Pensamos que nuestro tiempo ha pasado y queremos que otras ocupen nuestro lugar.
-Pimienteras: Pues nosotras aquí seguimos mientras el cuerpo aguante. En tanto que no haga frío…
-Se pide opinión Rábanos. Un tanto ruborizados hacen un gesto ambiguo, como queriendo decir: Pues bueno… no, sí… se hará lo que se diga, nosotros hacemos a todo, si hay que ir se va, y si no… pues… Estamos bastante a gusto como est…
-Pues nosotros no –interrumpe Puerros en un tono algo ácido-, no estamos a gusto, estamos cansados de estar de pié. Así no espurrimos ya más. Preferiríamos tumbarnos un tiempo, arropados con Tierra, para estirarnos y cambiar de color. Creemos habernos explicado bien ¿no?
Se produce un momento de silencio tenso que parece que nadie va a romper. Pero inesperadamente, alguien en quien nadie había reparado, y quizás animada por la actitud de Puerros, levanta su vocecilla desde el desamparo que supone estar aparte del grupo, casi al margen. Es Maíces.
-Maíces: Pues nosotras también queremos saber qué hay de lo nuestro; si servimos para algo o no, y para cuando. Porque además estamos un poco hartas de estar enredadas por estas alubias que no sabemos qué pintan ya aquí. Vamos… que, creemos que estamos algo desatendidas.
-Acelgas: Pues no haberos puesto a desmano. Hay que elegir mejor el sit…
- Lechuguinas: Vosotras, Acelgas, lo que sois… sois unas frescas; y os pasáis todo el año en el mismo lugar, ahí comodonas…, como…
-Acelgas: Anda, que mire quién fue a hablar; si vosotras hacéis lo mismo, solo que a turnos… ¡Bueno, bueno! Ya no sé si hubo intervenciones de más gente. Miré hacia otro lado y vi que las berzas estaban llorando. De alegría, ¡claro! ¡Tan jóvenes ellas, y con un futuro prometedor! La trifulca en que derivaba la asamblea no iba con ellas.
Estando yo también un poco ausente de lo que allí ocurría, miré hacia Poniente y vi que trotaba hacia nosotras una reata de nubes con las ancas negras. Así que dije ahí os dejo que yo me voy a hacer un drenaje para el área de descaso y reunión de las Personas Humanas. Lo terminé justo en el momento en que se desbordaba el cielo. Lo cual vino que ni pintado: entre lo que caía y con la ayuda de Aljibe, que me echó un copioso chorretón, pude probar la eficacia del regato. ¡Qué nivel! ¡Y a ojo! Agua fluía riendo p`adelante. Es decir: para abajo, como siempre y en todas partes. ¡Qué manía la suya! Aunque tengo oído que existe una excepción. Pero no era cuestión de entrar en polémica con Agua acerca de la ley de la gravedad. Hoy ya he tenido bastante con la asamblea por meterme a lo que no me llaman. Y es que cada cual sabe de lo que sabe.
Terminada la tarea y aún escullando Nubes, me metí en txoko-txiki por ver si funcionaba. Y sí; mientras me fumaba una pipada comprobé que estando de pié no caía ni una gota; al contrario que, por la parte de abajo, al poyo de asientos sí se escurrían furtivamente algunas. Habrá que remendar eso.
Luego apareció Sol, con legañas y el gesto malhumorado de quien se levanta de una siesta extemporánea. Al mismo tiempo se presentó en la entrada Petirrojo. Pensé que iba a cantar. Pero no, creo que no es la época. Solo venía y fisgonear.
Son las dos, o las tres. ¿Quién sabe? Doy por terminada la jornada con Huerto y arreo para abajo sin despedirme de nadie. Al pasar junto a Maíces siento que andan aún rumiando su desamparo; y, en frente, Pimienteras insiste en que me lleve sus frutos. No, gracias, para otro día. Aguuuur!